sábado, Abr 20 2024 9:23AM

ONIRIC FACTOR

From the deep dream dominions

Curioso hallazgo documental hago hoy en Gamerah. De nuevo he sentido esa sensacion de “déjà vu” que siempre me suelen traer mís contemporaneos ochenteros con sus ocurrencias. Os dejo con esta curiosa lectura:

Los salones recreativos, los recres, los billares, las maquinitas, la zona de juegos… pueden existir mil maneras de hablar de un mismo lugar que en algún momento siempre ha existido en todo barrio hasta casi su completa extinción a finales del siglo pasado.

Auténticas aulas de la escuela de la vida, desde pequeños nuestros padres nos vetaron verbalmente la entrada a esos sitios con las sempiternas frases "ahí pasan droga" y "sólo hay gentuza en ese lugar". Pero al final todos fuimos atraídos por su embrujo. No en vano las puertas siempre estaban abiertas, mostrando a la gente jugando a las máquinas recreativas que allí se encontraban. Y una vez dentro, te dabas cuenta que todo cambiaba, que aunque desde fuera se viera únicamente un lugar de recreo de jóvenes, por dentro todo era distinto.

Porque lo que el mundo desconoce, o no quiere reconocer, es que esos lugares eran una auténtica selva, que disponía de un ecosistema y una fauna propios, únicos, al igual que su característico olor [1] o la sinfonía que sonaba de manera eterna [2].

Y hoy tratamos a su fauna, a la gente que pasó mucho tiempo de su vida en esos sitios, fuera de manera provechosa o no. Algunos reporteros de National Geographic intentaron sacar fotografías de las especies que se encontraban en aquel hábitat, pero todos ellos lo único que consiguieron fue salir desprovistos de cámara y dinero después de haber recibido una paliza y alguna que otra introducción de un palo de billar por el culo. El no disponer de documentos gráficos hizo que la gente se olvidara de quienes allí pasaban su tiempo.

Por eso Gamerah ha efectuado un exhaustivo despliegue de investigación para que todos sean recordados, ya que a fin de cuentas esas personas han pasado en algún momento por nuestras vidas.


El encargado (Riñonerae amargadis)

Por su cara podría pasar perfectamente como un carnicero de pueblo y su actitud era comparable a la de un legionario con almorranas, puesto que siempre estaba de mala leche. Hay algunas leyendas que hablan de encargados simpáticos y pacientes, pero debido a la poca información que se ha podido recoger al respecto (prácticamente nula), nos vamos a centrar en el que existía mayoritariamente.

De habla reducida pero mirada amplia y profunda (como el hedor a Varón Dandy que emitía), sus frases siempre incluían las palabras "chaval" y "joder". Su hábitat se reducía a una pequeña garita desde la cual vigilaba al resto de la fauna, y su trabajo consistía básicamente en pegar gritos, entregar la llave de los servicios [3] y arreglar a base de patadas y golpes las máquinas que se habían tragado una moneda.

Por supuesto, y sin menospreciar las acciones anteriormente descritas, su principal labor era la de realizar el cambio en monedas de 25 pesetas, que tenía siempre calentitas al estar dentro de una riñonera casi tapada por su barriga. Este receptáculo repleto de tintineantes monedas le proporcionaba un sonido característico al andar que permitía conocer su posición en cualquier momento, cosa que aprovechaba el resto de la fauna para llevar a cabo acciones que proporcionaban beneficios de un modo u otro [4]. Para cuando se instaló la máquina automática de dar cambio la riñonera se había acoplado ya a su cuerpo, y no se desprendió de ella. Pero sin las monedas en su poder, su andar pasó a ser sigiloso y a la vez peligroso, y cuando pillaba a alguien haciendo lo que no debía salía entonces su Bud Spencer interior y se ponía a repartir hostias cosa mala.

Tras el cierre de los recreativos parecía que a los encargados se los había tragado la tierra porque apenas se volvió a saber de ellos, pero hay quien dice que ha visto a alguno que otro paseando por los parques acompañados de mujer, hijos, perro…. y riñonera.


El macarra (Gamberrum decuidado)

Es curiosa la transformación que este espécimen ha sufrido con los años, pudiendo distinguir varios subtipos:

1) El macarra de futbolín (Gamberrum esmouquindegüater)

El primero de su especie, más o menos lo que sería el Australopithecus afarensis para los Homo sapiens. Se trataba de un asiduo de los salones cuando éstos sólo contenían billares, futbolines y máquinas de pinball, y permaneció en ellos aunque se fueran llenando poco a poco de arcades. Fan de Deep Purple y Led Zeppelin, se le veía coger el palo de billar como si fuera una guitarra que él tocaba con pasión durante bastante tiempo mientras movía su melena. Resultaba ridículo, pero nadie se atrevía a decirlo o incluso a reírse de esa situación, porque al fin y al cabo sobre él se habían contado historias en las que siempre era protagonista la pequeña navaja que guardaba dentro de sus Yumas. En realidad nunca hizo nada dentro del local porque lo consideraba como su territorio, y si alguien le molestaba, le sacaba a patadas de allí. Como curiosidad, era el único que llamaba al encargado por su nombre pila, mientras que el resto de la gente usaba el término Jefe.

Aunque temido, su confianza se podía ganar a base de proporcionarle cigarrillos y partidas gratis al futbolín [5] y escuchando sus historias con la policía. De este modo se obtenía una curiosa simbiosis entre especies que beneficiaba sobre todo a los más débiles del lugar.

Un día desaparece de los recreativos para hacer el Servicio Militar, y cuando se le vuelve a ver se descubre que le ha ocurrido lo mismo que al bíblico Sansón: ya sin melena, se ha quedado sin fuerzas.

2) El macarra bakala (Gamberrum chundachunda)

Vestido con chándal de colores chillones y camisetas de las discotecas más conocidas del momento, aparece en la década de los 90, con el auge de la música electrónica. Mucho menos temido que el macarra de futbolín, su fuerza básica residía en su agrupamiento en manadas, aunque la rivalidad por el liderazgo del grupo siempre era palpable por la demás gente del lugar. Hablaba a gritos ya que en su cerebro residía la idea de que todo lo que hacía era de interés general, y era muy aficionado a cualquier juego de lucha que hubiese [6], pues era lo más cerca que nunca estaría de pegar a alguien. Además, de vez en cuando se le antojaba echar una partida cuando no tenía dinero, momento en el que se acercaba al primero que se encontraba para pedirle mediante amenazas unas cuantas monedas.

Al final, y como era previsible, en su manada hay una pelea interna que hace que todos se dividan y el grupo se rompa. Es entonces cuando la siguiente vez que amenaza a alguien recibe una paliza y no vuelve a entrar a los salones.

3) El macarra penoso (Gamberrum doypena)

El final de la especie. Pequeño y enclenque, aunque engreído a más no poder, debido a la fama que tenía su hermano mayor, ya que aunque nunca había pisado unos recreativos, era conocido en el barrio por estar metido siempre en peleas. Aún así, la gente no le prestaba atención y lo tenían como a una mascota del lugar más que como a un posible peligro.

Todo termina cuando, en un arrebato intentando demostrar que podía valerse por sí solo, quiere robar unas monedas de la garita al encargado sin que éste se entere. Como era de esperar su misión termina de manera penosa y recibe bofetadas de todos: Del encargado que le ha pillado y de su hermano mayor cuando se entera de lo que ha hecho.

Ha evolucionado (si es que se le puede llamar así) hasta nuestros días en la subespecie llamada Cani (Gilipollasgamberrum mediahostia), animal del que hasta Greenpeace pide su extinción absoluta.


Las chicas (Jijijijiji Halaaaatía)

En este grupo no se engloban las novias o parejas de los habitantes de los salones, sino que se refiere al grupo de hembras que acudían allí sabiendo que seguramente se encontrarían con un macho que iba a su instituto y por el que alguna de ellas sentía cierta atracción sexual [7].

Siempre se presentaban abrazadas a sus carpetas forradas con fotos de los ídolos pop del momento y, tras unos primeros segundos de desconcierto buscando con la mirada a su objetivo, se movían a su territorio: la máquina de Tetris (la de Pang! también era una posibilidad). Se pasaban el tiempo en ese recodo, formando un grupo circular que no paraba de murmurar y lanzar miradas de vez en cuando a la zona donde se encontraba el chico en cuestión. Viendo que sus miradas no conseguían el efecto deseado de atraer al macho hacia ellas para declarar su amor incondicional a la hembra que había convencido a las demás amigas a ir a los salones, comenzaron a jugar al arcade. Cuando empezaron a conseguir buenas puntuaciones y tuvieron la oportunidad de apuntar sus iniciales, lo hacían invariablemente en el siguiente código cifrado:

– Inicial de la chica – letra Y – Inicial del chico –

Conservaban la esperanza de que al marcharse de allí, el chico iría raudo a ver la máquina, esperar a que aparecieran las máximas puntuaciones, encontrar entre ellas la que habían puesto y descifrar su mensaje. Si alguna de las que hicieron esto están leyendo este texto, me permito dirigiros un mensaje: ¡érais gilipollas!

Las chicas dejarían de ir a los recres cuando el chico se enrollara con otra, y éstas se marcharían preguntándose por qué no se fijó en ellas, si más claro no se lo podían decir. También dirían que él es un gilipollas que no se merece a su amiga y que su actual novia es una puta, pero no voy a explayarme explicando en qué más piensan las mujeres, porque no habría espacio suficiente en Internet para albergar la información que describa tan complejo mecanismo.

¿Qué ha sido de ellas? No se sabe qué hacen ahora, pero sí algo que estarán pensando: que a los tíos no hay quien los entienda.


El puto amo (Vicius maximus)

Nadie recuerda cuándo fue la primera vez que apareció en los salones recreativos, y cuando ya se querían dar cuenta, se encontraban con que esta persona hacía lo siguiente usando una única moneda:

– Se terminaba el Ghosts ‘n Goblins las dos veces que hacían falta para ver el final. Era seguido por unos cuantos curiosos que intentaban aprender la disposición de los cofres.
– Fue el primero de la zona en pasarse el Street Fighter II con Zangief. Con la fiebre que hubo con este arcade era normal verle rodeado de gente cuando jugaba, porque era capaz de hacer lo que en un principio parecía imposible.
– Al poco de salir el Mortal Kombat II elegía a Shang Tsung como personaje y terminaba cada batalla transformándose en otro luchador, con el que realizaba Fatalities, Babalities, Friendships y su puta madre. En esta máquina el nivel de espectadores era muy elevado, y se solían oír exclamaciones de admiración tras cada pelea.
– Desnudaba a todas las chicas de cualquier edición de Gals Panic, descubriendo siempre el 100% de cada una de ellas. En esas ocasiones se daba el caso de que en un metro cuadrado cabían hasta 10 personas [8].

En conclusión: arcade que jugaba, arcade en el que dejaba la máxima puntuación. Dentro de los salones habían historias sobre él: que si su padre le traía revistas con todos los trucos necesarios para pasarse los juegos, que si tenía un cociente intelectual de chorrocientos puntos… pero la verdadera realidad era que se trataba de un niño mimado que vivía en una casa en la que había el suficiente dinero como para permitir gastarse créditos y créditos hasta que por fin aprendiera a realizar esas hazañas.

Se ganó tanta fama que los demás le consideraban como una enciclopedia andante a la que no dudaban consultar cualquier duda o truco que quisieran saber sobre una máquina. Gracias a sus consejos poco a poco empezó a haber gente que se acercaba a lo que él hacía, pero sólo en un par de máquinas como mucho. Él lo hacía en todas.

A día de hoy, muchos de ellos han acabado siendo vendedores en cualquier comercio, y aunque no están jugando a un arcade, todavía realizan sus pequeñas artimañas dando mal el cambio a sus clientes.


El enano coñón (Sparring Infantum)

Un chaval solitario que se adentró en el salón buscando un sitio donde esconderse de los niños de su edad que querían pegarle. Allí descubrió un mundo nuevo para él, lleno de lucecitas y sonidos que posiblemente siendo mayor intentara emular tomándose tripis en las rave parties. Pocas veces se le vio echar una moneda y se pasaba las tardes enteras mirando cómo la gente jugaba. Dependiendo del día podía presentar unos cuantos estados de ánimo diferentes:

– Estado autista: Se quedaba callado a un lado de la máquina y sus ojos sólo se centraban en la pantalla. Cuando el jugador perdía la partida y se cabreaba, normalmente soltaba una hostia al chaval mientras gritaba "¡Gafe!".
– Estado social: Muy practicado tras el auge de los juegos de lucha. Si en una máquina no había nadie jugando a dobles, el enano coñón agarraba el mando del jugador 2 y emulaba que estaba participando en la partida. Resultado: Otra hostia.
– Estado extremo: Creyendo que ver jugar a todo el mundo otorga el conocimiento absoluto de los videojuegos, ese día se va de máquina en máquina a la vez que suelta sus frases: "¿te paso la pantalla?", "¿te la paso?", "si das ahí aparece una vida", "la bola se hace con media luna y al puño". Ese mismo día llegaba con la cara calentita a casa.

Llegado un momento, y harto de los golpes que recibía, el enano coñón traza un plan maestro: habiendo ahorrado durante meses se permite el lujo de comprar un paquete de tabaco y tener muchas monedas sueltas, y a base de invitaciones y cigarros ha hecho del macarra de futbolín un aliado sin que la gente se de cuenta. Se viró la tortilla.

Lo último que la gente sabe de los enanos coñones es que la gran mayoría están metidos en política. Y es que la venganza es un plato que se sirve frío, amigos.


Lo sé. Ni están todos los que son, ni son todos los que están, pero en este artículo se ha querido recordar a los más característicos. Por eso Gamerah os invita a comentar vuestras experiencias personales, y si recordáis algún otro espécimen relatadlo aquí.

CONTINUE? 9

GLOSARIO

1. Tabaco, sudor y desinfectante con olor a pino o limón. Y aunque a lo largo del día las proporciones de cada uno de estos elementos aumentaba o disminuía, siempre había un fino olor a plástico quemado. [volver]
2. Exabruptos, bolas de futbolín golpeando el suelo, melodías de arcades y la música que sonaba a través del radiocassette extraíble de coche conectado a los altavoces del recinto. [volver]
3. Unida a los llaveros modelo "cuerda de tender la ropa" o "taco de madera de medio kilo". [volver]
4. La más común era el uso de un mechero eléctrico desmontado dirigido a la ranura de introducción de las monedas para así obtener créditos gratis. Otros bloqueaban con palillos la palanca del futbolín, y los más osados intentaban abrir las máquinas haciendo palanca con un destornillador para quedarse con las monedas. [volver]
5. Sin embargo, existía una regla no escrita: Nunca había que ganar al macarra de futbolín, y en ningún momento se podía estar por encima de él en el marcador. [volver]
6. Siempre que jugaba acompañaba las partidas con gritos como "¡Morid, hijos de putaaaaa!" o "¡Toma hostia!", unido a una risa que mezcla el chillido de una hiena y el rebuzno de un pollino. [volver]
7. Pero que aún así no se dejaría tocar las tetas por él hasta la quinta cita al menos. [volver]
8. Por este hecho se aprecia claramente que los pajeros tienen implícito en sus genes el éxtasis por ver tetas pixeladas. Internet no los ha hecho así, simplemente los ha arrejuntado. [volver]
 

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